Cuando Juanca me habló la primera vez de Koya-San era como
oír hablar del paraíso. “¡Quiero ir allí!” – pensé. Y eso hice durante mi Road
Trip por Japón.
Koya-San es, en pocas palabras, el lugar más espiritual del
Budismo Shingon en Japón. Se fundó en el año 819, consta de unos 118 templos y
está situado a 800 metros sobre el nivel del mar, rodeado de un vasto bosque milenario
que a su vez contiene un cementerio con más de 200.000 tumbas. Fue declarado
Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2004.
Es un sitio de peregrinaje muy frecuentado por japoneses y
tiene poco turismo extranjero. Es un lugar “mágico”.
Mi estancia coincidió con el evento mensual en memoria a Kōbō-Daishi, su fundado. Cada día 20 del
mes se celebra una misa especial con un
paseo nocturno por el cementerio. Cosa que se tuvo que cancelar por causa de la
lluvia.
Ya acostumbrado a eso, tras instalarme en mi habitación del templo, cogí
el paraguas y a caminar por el cementerio. El camino a través de Okuno-In
hasta el mausoleo de Kōbō-Daishi son casi 2 Km y estaba anocheciendo. Llovía
sin cesar y no había ningún alma viva en el todo el cementerio.
Pensaréis algunos: “¡Que
espeluznante! Un cementerio milenario, de noche, lloviendo y sin absolutamente
NADIE.”
Pues, no. Aquello no
es como los cementerios de las películas de Drácula. No tienes ese escalofrío como
si vieras una película de Alfred Hitchcok. Aquello transmite paz,
espiritualidad, transmite algo que por mucho que os intente explicar, es
difícil plasmar en palabras.
Al día siguiente
tocaba levantarse a las 6 AM para la mis matinal y el desayuno (vegetariano) de
los monjes.
Había dejado de
llover y se iba a celebrar la misa conmemorativa en el templo Torodo frente
al mausoleo. Esta vez el cementerio rebosaba de peregrinos y monjes que iban a
recitar oraciones a Kōbō-Daishi.
Con la misa se realizaba el Homa, ritual de fuego, destinado
a la “limpieza espiritual y psicológica”. “Gospel Budista” me dijo uno de los
japoneses en la misa, refiriéndose a las oraciones de los monjes. Y de hecho sus
voces eran muy ZEN.
Luego fui a visitar el templo de los farolillos de oro y
volví a recorrer de nuevo el cementerio, esta vez con luz.
Como dijo Siddharta Gautama (Buda):
“El ser mismo de uno mismo es lo más difícil de vencer.
Uno mismo es el amo de uno mismo.”
Uno mismo es el amo de uno mismo.”
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